martes, 29 de diciembre de 2009

DE MIS DIAS CUANDO ERA PROSTITUTO

TENIA 18 AÑOS. CUARTO CICLO DE LA UNIVERSIDAD. ESCRIBIA GUIONES POR ENCARGO, UNOS MIL DOLARES MENSUALES Y UNOS PADRES DEMASIADO COMPLACIENTES. NO PODIA PEDIR NADA MAS. ERA DOMINGO EN LA TARDE Y DISFRUTABA COMO CADA FIN DE SEMANA DE “EL COMERCIO”. LLEGUÈ A LOS CLASIFICADOS. LA SECCIÓN RELAX OFRECÍA UN CASTING PARA RECLUTAR ESCORTS. APUNTÉ EL NÚMERO EN UN PAPEL Y DIJE EN CASA QUE ME IBA A COMPRAR.

- Aló.
- Hola. Llamo por el aviso.
- Como eres?
- Tigueño, pelo negro, corto. Delgado. Bastante delgado.
- Cuantos años tienes?
- Diecinueve. Acabo de cumplir diecinueve.
- Ok. Mañana a las 7 en el Hotel Residencia del Sol.

Esa noche no pude dormir. Sabía que lo que estaba a punto de hacer estaba mal pero no había nada que lo impidiera. ¿Qué era lo peor que podría pasarme?, ¿Qué mis viejos se enteraran?, ¿Qué me contagie de algo?, ¿Qué me maten?. Ni siquiera ser la portada del Ajá “CABRO MUERE DEGOLLADO EN TELO” me parecía tan grave. Falté a mi clase de historia del mundo antiguo y medieval y me fui al bendito hotel. No tenía mal aspecto. Lo observé un buen rato y, como habíamos quedado por teléfono, debía llamarlo de la cabina que estaba en frente. Timbraba y timbraba. Llamé unas 15 veces sin exagerar y no recibí respuesta. Había pasado ya una hora y no respondía la llamada. Tenía miedo de acercarme y que sucediera algo malo. Decidí intentar una vez.

- Alo.
- Hola. Tenía una cita en el hotel a las 7, estuve llamando y nadie respondía.
- Estuve ocupado.
- Estoy al frente.
- No estoy en el hotel. Regresa mañana a las 4.

Me quedé paralizado un buen rato. Me puse a pensar que si regresaba al día siguiente es porque algo grave pasaba conmigo. No podía insistir tanto en un tema que jugaba con mi seguridad. Pero el morbo pudo mas. A las 4 en punto estuve ahí y esta vez sí me recibieron. Pasé con el dueño del negocio a una habitación del hotel. Me dijo que me sentara en la cama, él jaló una silla y se sentó frente a mi. Preguntó las mismas cosas que hablamos por teléfono y luego se puso de pie.

- Quiero que te quites toda la ropa y camines hacia mí mirándome a los ojos.

Me moría de miedo, pero ya estaba ahí, lo hice y el hombre seguía con sus indicaciones.

- Ahora camina hacia atrás y gira varias veces, siempre mírame a los ojos.
- Así está bien?
- Muy bien.
- Ahora te parecerá extraño pero necesito revisarte el ano.
- Qué?
- Si, ponte en cuatro, voy a revisar tu ano.

No pude dejar de mirarlo a los ojos, estaba poniéndose un guante de esos quirúrgicos que he visto en mis series favoritas sobre médicos. Si me iba se daría cuenta, ¡Y si se molesta y me pega?, caballero no más, total, no era el primer dedo en explorar esa zona. A aguantar se ha dicho. Lo revisó minuciosamente.

- Muy bien, todo bien.
- Eso es todo?
- Sí. Escucha, vamos a trabajar contigo. Yo te llamo y mando un carro a recogerte. Te aviso con 2 horas de anticipación. Cobraremos 120 dólares. Para empezar te llevarás el 50%, con el tiempo el porcentaje crece. Estás de acuerdo?
- Ok.
- También puedes ganar dinero extra haciendo fotos desnudo. Pagamos 30 dólares por sesión.
- Ok.
- Bueno, nada, espera mi llamada.

La tan ansiada llamada llegó la noche siguiente. No lo podía creer. Le dije a mis papás que me iba a estudiar a la casa de un amigo y bajé a esperar el carro a dos cuadras de mi casa en la dirección falsa que había entregado. Vino el carro, subí y llegué al hotel.

- Llegaste con las justas. Acaba de llegar el cliente. Escucha, este tío siempre viene y no le gusta repetir chico, tú eres el único nuevo así que necesito que te esfuerzes.
- Hay algo que no deba hacer?
- Si. Ni se te ocurra robarle porque no sales vivo de aquí.
- No se preocupe.

Entré al cuarto y el señor que ya se había acomodado en la cama era realmente horroroso. Un gordo incapaz de causar algún nivel de excitación sexual en cualquier humano. Me paré frente a él. Me quiso besar el cuello y empecé a llorar. No podía controlarlo. El gordo se dio cuenta y me preguntó que pasaba, le conté toda la verdad. No encontré otra salida. Pidió un whisky. Nos lo acabamos entre los 2. Se puso el saco, se me acercó y me dio un abrazo.

- No vuelvas a hacer eso. No todos son tan buenos como yo. Vas a acabar mal.

Entré a la ducha. No dejaba de llorar. Me vestí y me fui a casa. Copié todos los números de mi agenda y destruí mi chip. Al día siguiente fui a comprarme un nuevo celular con los 60 dólares que gané tomando whisky con el gordo horrendo. Nunca supe si quisieron volver a ubicarme, si no me necesitaron más. Paradójicamente, el hotel queda a la espalda de donde trabajo, paso por ahí todos los días. Al principio me daba un poco de miedo, pero ahora todos lo saben, no hay de que preocuparse.

1 comentario:

  1. waoo hasta donde llegaste por tu curiosidad...
    eres valiente ah!
    una pregunta lo q escribes es verdad???
    no mejor no respondas.. seguire creyendo q si!
    estan cheveres.

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