jueves, 12 de noviembre de 2009

MÁS TE PECHO, MÁS TE QUIERO


Compartía mis fines de semana con 3 personas. Mi novio, su mejor amigo Carlos y su pareja Mono. Almorzábamos juntos, nos encontrábamos en la noche, nos cruzábamos en los mismos lugares todo el tiempo. Mi relación terminó abruptamente y, por consecuencia, Carlos y Mono desaparecieron de mi vida de un momento a otro.

Un mes después salía de Downtown a las 3 de la mañana en absoluto estado de ebriedad cuando alguien me detuvo.

- Hey, te acuerdas de mi?
- Si, creo.
- Te acuerdas o no te acuerdas?
- No estoy seguro.
- Soy Mono. Salía con Carlos.
- Ah!, hola.
- Oye, ya no tienes pareja, no?
- No.
- Me das tu teléfono?
- Claro.
- Pero me vas a contestar?
- Obvio. Llámame.

Mono me llamó esa misma noche. Se mostró bastante preocupado porque me regresaba solito a casa y con el mínimo control de mi cuerpo. Eso me gustó y me fui a dormir autorizándolo a que me vuelva a llamar al día siguiente. Así lo hizo. Fueron dos semanas de alertas que no dudé en responder gracias a mi línea ilimitada. Luego de eso empezamos a salir. Siempre a Downtown, siempre después de mi trabajo y siempre con mi plata. Había conocido en el menor tiempo posible la mayor cantidad de excusas posibles para evitar pagar la cuenta. Sin embargo, no me preocupaba en ese momento. No me incomodaba pagar un whisky si a cambio de eso tenía una conversación agradable con alguien que, luego de tres meses de salida solo me había dado un pico.

La situación empezó a alarmarme poco a poco, iba tomando conciencia que Mono quería vivir de lo mejor gracias al sudor de mi frente. No entendía como pudo salir con Carlos tanto tiempo si siempre se jacta de que es tan independiente y tan conocedor de la gente que se quiere aprovechar de él. En fin, ahora yo me encargaba de él y no podía dejarlo así no mas porque nuestras salidas empezaron a ser comentadas por algunas personas que conocían cual fue nuestro vínculo anterior. No podía defraudar a la multitud y como Mono era bastante lindo, sus fans crecían rápidamente y yo podía darme el lujo de andar con él de la mano y ser la envidia de cada reunión. Era suficiente retribución para mí hasta ese entonces. Si tenía eso, creía que la inversión monetaria valía la pena.

Llegó navidad y la lista de regalos de toda mi familia. Pensando siempre en mi bolsillo decidí alejarme un poco de Mono con el fin de utilizar el billete de mi protegido para los obsequios familiares. El mismo 24 en la tarde, dos semanas después de haber desaparecido, mi chico se para en la puerta de mi trabajo y me esperó por horas hasta que saliera. No estaba dispuesto a quedarse son regalo. Me acompañó a hacer todas mis compras y cuando acabamos me pidió por favor que lo acompañara a buscar unos pantalones que necesitaba urgente. No me pude negar, su extraña sonrisa y su look de chico rudo me obligaron a decirle que sí a pesar del cansancio y fuimos en busca de lo que le urgía. Lamentablemente no se acordó de decirme que era yo el que tenía pagar esas prendas que tanto requería. Para no hacer un papelón frente al vendedor que me había reconocido de la tele. Pagué al toque y me esfumé de la tienda.

Las cosas se salían de control. Salir con Mono ya no incluía solo pagarle algunos tragos, me exigía regalos, colaboraciones para sus obras (porque olvide contar que mi querido se dedica al vapuleado arte del graffiti) y, como si fuera, debía devolverle los pasajes que gastaba para irme a ver. No sabía qué hacer, porque me gustaba tanto que lo quería seguir viendo a pesar de que sabía que debía desaparecerlo de mi cabecita.

Un día me armé de valor, tomé todo el whisky que pude y lo enfrenté. Le expliqué que no estaba dispuesto a continuar con la situación y le exigí que si nada iba a cambiar entonces que por lo menos me retribuya con algo que valiera la pena y no con un simple beso cada quince días. Su respuesta fue bastante clara. Simplemente desapareció. No contestaba el celular, ni los mails y sus amigos no lo veían. Pasaba el tiempo y, fiel al castigo, sentía la necesidad de verlo. No sé si le pase a todos los que están en mi situación pero, era consciente de que estaba mal, pero podían mas mis ganas de saber que estaba conmigo, así sea con una colaboración monetaria de por medio.

Unas semanas después me mandó un mensaje pidiendo que lo llamara. Lo hice rápidamente y quedamos en salir. Me recibió con un apasionado beso y luego caminamos juntos a la caja para comprar, obviamente yo, algo para tomar. No estaba orgulloso de lo que hacía, pero tampoco me daba vergüenza. Así salimos tres noches. La cuarta, todo estaba listo para vernos como siempre en la puerta del Vale. Un par de horas antes de lo pactado lo llamé y lo cancelé. La gente de la oficina iría a una reunión y no podía faltar. Entendió, dijo que se iría a dormir y prometí en vernos al día siguiente. La reunión no se dio. Era muy tarde para llamarlo y yo tenía ganas de bailar. Fui sin dudarlo a Downtown. De todas maneras me iba a encontrar con algún amigo. Mientras saludaba a media disco escuché su risa lenta y extraña. Me di la vuelta y ahí estaba bien apachurrado de un señor travesti con litros de aceite de avión por delante y por detrás. Me disponía a acercarme cuando me vio. En un par de segundos me cogió del brazo y me llevó al baño.

- ¿Qué haces acá?
- ¿Qué haces tú acá?
- Me llamó mi ex jefe. Es su cumpleaños.
- Me vas a decir que esa traca es tu ex jefe?
- Es que no te había contado que trabajaba en una peluquería.
- Y que hacías en la peluquería?
- Qué más, pues? Cortaba el pelo.
- O sea, eres graffitero y peluquero.
- Ajá.


No tuve que decir más. Me di media vuelta y me quité feliz a dormir. Aunque me dolía (no sé porqué) que me había cambiado por ese ser con el que lo vi, ya no tenía que buscar una excusa o alguna mentira para alejarme de él. Me había facilitado todo el trabajo. Ahora veo a Mono de vez en cuando. Obviamente previo pago. Nunca pensé que salir con alguien dándole dinero podría llegar a ser tan excitante.

MI VIDA SIN MARCO ANTONIO


HACE UN AÑO CONOCÍ DE CASUALIDAD A UN CHICO QUE EN MENOS DE UN MES CAMBIÓ DE VIDA. HOY, UN AÑO Y MEDIO DESPUÉS LLORO SU MUERTE. AHORA SIENTO QUE NO ERA TAN GENIAL COMO PENSABA PERO ME SIGUE HACIENDO MUCHA FALTA Y LO QUIERO TANTO O MÁS QUE ANTES DE SABER TODO LO QUE ME OCULTÓ.

Me encontré con Carlos Cacho en Downtown y me presentó a Marco Antonio. Lo saludé y él solo sonrió en silencio y sujetó mi mano por un rato largo. Me pareció algo extraño pero estaba en una discoteca de ambiente rodeado de personas que, al igual que yo, no estamos bien de la cabeza; así que no le tomé importancia. Una semana después, el país comentaba sobre la posible relación entre Christian Meier e Isabel Miro Quezada. Era más que indispensable contar con la opinión de Marco para el reportaje de esa noche, ya que era pública su estrecha amistad con el Zorro. Llegué a su salón como a la 8 de la noche, me vio por el espejo, dejó de cortar y se acercó a abrazarme efusivamente. Le expliqué el motivo de la visita pero él no me escuchaba, sólo me miraba fijamente hasta que me callé y me dijo: “Siéntate ahí que te voy a cortar el pelo”. No podía negarme. Era Marco Antonio, el mejor estilista del país. Una hora después regresé al canal sin la entrevista que necesitaba pero con un nuevo look realmente fascinante. Al llegar a la oficina me encontré con Dany, se rió al verme y me dijo tengo que tenía a Marco en el nextel. Puso el altavoz y solo llegué a escuchar dos palabras que me dejaron atónito: “Estoy enamorado”.

Esa fue la primera de las cinco noches seguidas que pasé con él. Hicimos de todo, almorzamos, fuimos de compras, vimos algunas películas, visitamos algunos amigos y, obviamente, tuvimos sexo. El sexo más raro de mi corta vida. Nos besamos mucho, disfrutaba mucho del previo, luego nos quitamos toda la ropa, se puso mucho lubricante y me penetró solo por unos segundos y luego se masturbó a mi costado. Nunca le pregunté por qué, no sentía que debía hacerlo. Simplemente lo hacía y ya. Nuestra relación siguió durante exactamente 5 semanas. Hasta que el primer lunes de setiembre Marco simplemente desapareció. No contestaba mis llamadas, su asistente Leo nunca me pasaba las llamadas, no respondía mis correos y no podía ubicarlo por ningún sitio. No podía creer que el lindo chico que me había conquistado con su amabilidad sea ahora un malcriado que me chotee de esa manera tan vil.

Un mes después fui a Downtown con mi mamá y mi hermana. Unas horas más tarde llegó él rodeado de todos sus amigos que habían sido testigos de nuestros días de romance. No podía escaparse. Se acercó a mi y de mil maneras me pidió disculpas por haber tenido miedo y no soportar que la gente comente tanto lo que sucedía. Es que la prensa ya lo sabía y en una que otra columna hablaban de la extraña relación. Ya no sentía nada por él, el tiempo se había encargado de curar las heridas de su abandono, así que lo perdoné y estuve de acuerdo con la estrecha amistad que surgió entre él y mi mamá ese día.

Luego de eso Marco y yo nos convertimos en buenos amigos. Hablábamos por horas en el teléfono, iba de vez en cuando a la peluquería, uno que otro domingo me llamaba para acompañarlo al cine y tuvo la cortesía de ser mi primer entrevistado en una secuencia sobre sexo que me dieron en el programa y en la que contó mas de una intimidad nuestra. El día de mi cumple no tenía invitado en el programa, eran las 9 de la noche y estaba desesperado. Llamaba a Marco y no me contestaba las alertas, así que tomé un carro y fui a buscarlo en cada una de sus peluquerías. Lo encontré en la de San Isidro y le pedí que me regalara por mi cumple su visita al set. No pudo negarse. Estuvo puntual y luego me llevó a mi fiesta de cumpleaños y se encargó que la pasara muy bien y la seguimos con algunos amigos en el Legendaris hasta muy, muy tarde. El miércoles 8 de julio Marquito celebró su cumpleaños y como salí tarde del canal no fui a la fiesta en su peluquería de San Borja, sin embargo lo llamé al día siguiente y luego de contarme algunos detalles de la loca noche que pasó, prometimos vernos el domingo para ver alguna película en el cine. Ese domingo no lo vi en Miraflores como siempre. Ese día estuve en su entierro.

Un idiota que conoció hace algunos años quiso robarle y terminó asesinándolo. Recibí la noticia y no lo podía creer, corrí en ese momento hasta su casa y recién ahí, cuando vi a todos los periodistas y la policía en la puerta de la casa en donde había pasado tantas cosas con él, supe que Marco Antonio ya no estaría nunca más conmigo.

Pero la pesadilla no duró poco. Ese fin de semana negro, tenía que trabajar más que nunca, el hombre que había aprendido a querer y a admirar de un día para otro era el protagonista de la noticia de la que todos querían saber y tuve que guardarme el dolor y seguir trabajando. El lunes llegué un poco tarde a la oficina, no me sentía bien. Cuando entro a la reunión todos estaban asustados, veía en sus caras una mezcla de pena y mucho miedo. No entendía nada, sentía que querían decirme algo pero nadie se atrevía. No se me ocurría que podía pasar algo peor. Mabel fue la valiente que se atrevió a hablar conmigo.

- ¿Cuándo estuviste con Marco Antonio te cuidaste?
- Obvio.
- Estás seguro?
- Bueno, sí, creo.
- ¿Crees o estás seguro?
- No lo sé. ¿Por qué?
- Parece que lo mataron en venganza porque tenía SIDA.
- No me cuidé, Mabel. No me cuidé.

Se me paralizó el corazón. Habían grandes probabilidades de que tenga VIH. No sabía como reaccionar. En ese momento todo el amor que sentía por él se convirtió en un odio profundo, congelado. No pude trabajar. Ni siquiera poder respirar tranquilo. Mientras hacía las cosas pensaba en fechas, en las personas con las que estuve, en mi mamá, en la última prueba que me hice y salió negativa. Pensaba en que de repente era capaz de matarme para pasar por todo el sufrimiento de un seropositivo. A las 6 de la tarde llegó Beto, él era uno de los pocos que sabía a ciencia cierta lo que había sucedido con Marco desde el día en que lo conocí. Me dijo que me calmara, que me estaba adelantando a algo que no estaba confirmado. Me prestó plata y corrí a hacerme una prueba. Me he hecho varias a lo largo de mi vida pero era la primera a la que me sometía pensando que era posible que tenga el virus. Me sacaron la sangre y había que esperar una hora. La hora más larga de mi vida. Apagué mis celulares, me comí una porción gigante de papas fritas, me acabé una coca cola heladísima y fui a recoger mis resultados. Me senté en la última silla de la sala de espera, en un rincón, evitando que alguien pueda ver, ni escuchar mi llanto quedito. Abrí el sobre con dificultad, mis manos temblaban exageradamente. Y cuando me sentí preparado para recibir la triste noticia, mi resultado dio negativo. Las lágrimas simplemente caían, me acerqué a la recepcionista y le pedí que me confirmara lo que leía. Estaba realmente feliz.
Ese día maldecí a Marco Antonio, trataba de ponerme en su lugar y no entendía como fue capaz de no decirme lo que tenía y peor aun de permitir que tengamos sexo sin cuidarnos. Sé que también tenía responsabilidad, pero de repente él no sabía lo que sucedía en su cuerpo, quizá lo hizo a propósito y por eso desapareció de mi vida, tal vez simplemente quería vivir y disfrutar de la vida sin ser juzgado por lo que sufría. Sus amigos dicen a los diarios y programas de chismes que Marco se les aparece de vez en cuando y les conversa. Ojalá que me visite uno de estos días en mi casa. Hay muchas cosas que quisiera preguntarle.